«La intuición es ese conocimiento o percepción en el que no interviene la razón.»
Nuestro cerebro conserva, afortunadamente, vestigios de aquel que ayudaba a nuestros antepasados a salir pitando cuando el peligro acechaba, sin pararse a pensar si era mamut, león o tormenta. Hay estímulos que absorbemos sin que pasen por el filtro de lo consciente: no es magia, es ciencia.
Una conocida empresa de consultoría reveló que más de la mitad de las decisiones que toman los grandes líderes se basan en la intuición. Llamativo, sobre todo teniendo en cuenta que nos encontramos en la era del big data, del análisis, de los algoritmos que todo lo solucionan. Y es que solo sé que no sé nada, pero la verdad es que sabemos mucho más de lo que creemos saber. A lo largo de nuestra vida hemos acumulado experiencias y vivencias que se han quedado en algún cajón oculto, pero ahí están, indicándonos el camino correcto cuando lo necesitamos. Otra cosa es que hagamos caso a nuestra sabiduría inconsciente.
La desconfianza en nosotros mismos, mucho más si hablamos de mujeres, hace que ignoremos ese conocimiento. Nos decimos que esas señales del cuerpo no significan nada y tiramos hacia el lado contrario. Y la liamos, claro. Craso error, amigas, porque la intuición es un arma poderosa y que, al menos de momento, no puede sustituirse por una máquina, ni por consejos ajenos.
Pero, ¿cómo saber si la vocecita interior es intuición o majaronería? Pues para empezar, si me estás leyendo, llevas unos cuantos años viva y has podido comprobar cuándo acertabas y cuándo no. Analiza ambos tipos de situaciones, ¿qué tenían en común? Probablemente acertaste cuando tomaste decisiones que estaban alineadas con tus valores, eso por un lado. Fácil de comprobar. Y habrá otras muchas en las que algo en tu estómago que dijo que por ahí sí, o por ahí no.
Lo segundo, escucha a tu cuerpo, porque te da pistas según tu sensación sea buena o mala. Eso sí, para escucharla como Dios manda, cálmate, porque en pleno desquicie, difícilmente podemos hacerle caso ni a la intuición ni a nada bueno. Acostúmbrate a vivir conectada, a detectar qué pasa y dónde cuando te invade una emoción. Observa esas punzadas en el costado cuando te pones nerviosa, la carne de gallina ante una canción, la mandíbula tensa si te enfadas, el dolor de tarro que aparece tras un día agotador.
Lo tercero: la intuición se entrena, como casi todo en la vida. Un ejercicio útil es emplear cada día un rato tranquilo en plantearnos preguntas sencillas que se puedan responder con SÍ o NO.
Cuando lleves un tiempo aprendiendo a observar la relación entre mente y cuerpo y contestando estas preguntas sencillas, empieza a tomar decisiones rápidas ante cuestiones no demasiado importantes de la vida. Haz lo que te salga, apunta lo que pasa. Y de ahí, al resto de tus experiencias.
Somos mucho más de lo que vemos y nadie mejor que nosotras sabe cómo navegar por las aguas de nuestras vidas. Confiemos, entrenemos y actuemos, ¿qué es lo peor que puede pasar?
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Comments 1
Espero cada semana para leer vuestro articulo, puedo decir que SIEMPRE son muy fascinantes. Gracias!